MITOS Y LEYENDAS: UNA HISTORIA DE AMOR AL BORDE DE LA FANTASÍA.

A LA VERA DE VILDENÚ

Allá por las Sierras Altas

que parten de Vildenú,

se esconden historias veratas

de personajes sin luz.

Dónde el Edén fue forjado

y los vientos traen la vida,

duendes, ánimas y trasgos

desatan sus brujerías.

No todo es agua pura y limpia,

por las calles de esta villa

ni alegrías y jaranas

subiendo el Corchito arriba,

pues lo que empieza con vino

a las puertas de un gran día,

acaba tiñendo en musgoso

alimentando porfía.

 

Las canciones populares ya hablaban, tiempo atrás, de la aparición de extraños seres por la zona, de sucesos enigmáticos y de leyendas de doncellas que se lanzaron al monte, heridas de amor y se convirtieron en seres sobrenaturales, como la Leyenda de Leonarda de Gila.

Mujer de familia noble que pronta a su casamiento con un sobrino del arzobispo, supo que le era infiel. Roto su corazón en mil pedazos, huyó al monte, renegando del amor y endureciendo su corazón, al punto de hacer un pacto con los vientos de la luna, la noche de San Juan.

La luz de la luna, acentuó aun más la belleza de la joven por la mañana y por las noches la dotó de una fuerza extraordinaria. Desde entonces, seducía a los hombres que pasaban cerca del Cerro de Peones, dónde dicen que encontró una cueva escondida tras las ramas de un sauce llorón.

Isandro y su joven esposa Loren, decidieron abandonar la capital. La decisión había sido difícil. Dejar la buena posición obtenida por Isandro, en un ciudad que comenzaba a ver un poco la luz tras la guerra y el hambre, era complicado. Pero tener familia, era mucho más importante para ambos que el dinero y un futuro que aún no había llegado.

Cogieron sus cosas y marcharon al valle de la Vera de Vildenú, dónde según Loren; “hasta las muchachas solteras, que no habían conocido varón, quedaban embarazadas por los vientos del lugar dónde estuvo el Edén descrito en la Biblia”.

Entre Madrigal y Jaranda

a una miaja de Plasencia,

cantan antiguos romances

las mozas buenas y recias.

Que no hay verdor que enamore

más bonito que la Vera,

ni agua más pura y clara

que la Garganta Gargüera,

por algo la puso Dios

como su tierra primera.

Los médicos no dieron opciones a la pareja para tener hijos. Loren estaba yerma.

Con el dinero ahorrado, compraron un pequeño terreno, una finca llamada La Cornoquera, situada entre Harán-altiz y Harán-delvera, en plena Sierra de Tormantos. Una tierra fértil, cuajada de piornos enanos, robles, castaños, helechos y por supuesto alcornoques.

Los aires de aquesta tierra

puros, suaves, le embelesan.

El vientre que plano estaba,

fértil sorpresa reserva.

Felices andaban ambos,

hasta la tarde maldita

que Isandro se regresaba

y Loren, a lágrima viva,

le narraba de su encuentro

con el Tiznu a sangre fría.

-He perdido el niño Isandro, lo he perdido-gritó de forma desconsolada la mujer- Ha sido el Tiznu, estaba en el secadero esta mañana cuando entré a por los huevos. No supe qué hacer. Era diminuto, vestido de oscuro y con un sombrero grande. Comenzó a crecer con la cara roja de ira, hasta más de los dos metros. Cogió el eslabón de la pared, yo pensaba que me lo tiraría, pero se puso a golpearlo con una piedra, y al pasar por mi lado dijo algo así como “lo que ahora es, que no sea, ni vuelva a ser jamás”. Y se fue entre truenos y un viento horrible. Al momento, mira -y con la cara congestionada la mujer ha tendido una enagua llena de sangre a la cara de su marido- ya lo dijo Tío Eusebio.

-¿Qué dijo, Loren? ¿Qué dijo, Tío Eusebio? -Preguntó Isandro poniendo las manos sobre los hombros de su esposa.

-Que nos guardáramos del Tiznu, Isandro.

-Eso, no son más que leyendas, Loren. Vamos al médico ahora mismo-zanjó Isandro levantando a su mujer y saliendo por la puerta.

La tristeza vino a mesa,

sin recibo del convite

pa el sepelio de la risa

de aquellos tiempos felices.

Hasta que Isandro resuelto,

coge petate y la linde

para hablarse con Tio Eusebio,

pastor serio, recio y firme.

“Al Escornau, coger debes,

pa zafarte de este entuerto,

que lo monta pues La Chanca,

famosa dama del Cerro,

y moler su cuerno a polvo.

Cuídate de sus peligros

llévate a Gial contigo,

este gangüezno lanoso

que te avise si hay buen lío.”

Cogió al extraño animal y marchó camino del Cerro de Peones, en busca de ese ser de cuartos traseros de caballo, delanteros de toro, cabeza de jabalí y cuerno retorcido como un unicornio.

Tras dos días sin encontrar nada, sentados al borde de un camino, Gial empezó a temblar y expeler un insoportable hedor. Su pelo se tornó en parduzco y trepó por las piernas y brazos de Isandro, rasgando su ropa. El hombre trató de calmarlo, pero Gial salió corriendo camino abajo. Al intentar seguirlo, escuchó una voz femenina cantando al borde del camino.

Una hermosa joven, de largos cabellos y piel blanca recogía moras al borde del camino. Un agradable cosquilleo se apoderó del interior de Isandro, que procuró acercarse a la muchacha para preguntarla. Al apartar los jelechales que le impedían el paso, la joven se percató de su presencia, sobresaltándose.

-No temas, no quiero hacerte daño, sólo estoy buscando…-y paró en seco su explicación consciente de lo increíble de su historia.

-Sé qué buscas-contestó la joven mirándole a los ojos fijamente desde el negro oscuro de los suyos-y puedo ayudarte si vienes conmigo.

-¿Tu? -Un intenso calor se apoderó del pecho de Isandro que veía, incapaz de controlar sus gestos, como le daba la mano a esa joven desconocida y la seguía, por el estrecho camino entre las zarzas, en dirección a las ramas de un frondoso sauce.

Un año pasó sin noticias de Isandro.

La luna de junio se recostó sobre el valle. Una figura se deslizó entre las sombras hasta La Cornoquera, para apostarse en una ventana. Loren acunaba en sus brazos un bebé rechoncho, de piel blanca, al que le cantaba con voz dulce mientras una lágrima resbalaba por su mejilla.

Que es machorra y zanquilarga,

desgreñá y ojimorena

y si se queda sin agua

baja a buscarla a la acequia,

y si la gana es de hombre

los llama pa las sus peñas.

Allá en Garganta Gargüera

de esa orilla de Plasencia,

a buscar a la Serrana

se fue el Isandro sin tregua.

Se lo llevó pa la cueva,

presa en promesa de enmienda,

del erial que reposaba

en el vientre de su hembra.

Sin polvo del Escornau

que polvo fuera en la fémina,

en las lunas del solsticio

el hombre trócase en bestia,

que sin luna azul presente

pudiera volver a esta tierra.

Es Isandro ahora el que vaga

por los montes de esta sierra,

con cuerpo de macho en cabra.

Su antaño cara de armiño

se viene que deformada

con cuernos, pelo y colmillos.

Más son sus ojos los mismos

que te trajeron al mundo…

Mi niño.

J.C. Sanchez
JC Sanchez
jcs@jcsanchez.eu
2 Comentarios
  • Paula
    Publicado a las 03:29h, 03 noviembre Responder

    This is quite a myth that you have in your entry, J.C. Its ending is a bit of a surprise. Isandro paid the highest price for that child. One can only hope that it is his and not a child of the winds! Thank you for sharing this entry with us.

    • Jose Carlos
      Publicado a las 06:53h, 06 noviembre Responder

      Hi Paula.
      Wellcome again, to escriviviendo.com. It’s a pleasure for me reading your comments.
      Buenos días Paula.
      Realmente es un precio alto el que tenemos que pagar en algunas ocasiones por la felicidad, por el amor…La cuestión no es esa, sino si realmente estamos dispuestos a pagar ese precio más allá de las palabras.
      Isandro, sin duda, pensó que podía solucionar la cuestión sin pagar un precio tan alto como el que al final pagó.
      Un abrazo.

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