SILENCIOS DE LIBERTAD: FLECOS DE CORRUPCIÓN EN EL FRANQUISMO.

Sé que a algunos de vosotros no os gustará lo que tengo que deciros hoy. Sé también que a otros les dará igual. También sé, porque he tenido la posibilidad de comentarlo con ellos/as, que a otros les va a parecer una decisión adecuada. 

A lo largo de los últimos tres años, tanto aquí como en mi anterior blog, he venido compartiendo mis escritos de una manera completamente gratuita convertidos en entradas. En este blog lo he venido haciendo los lunes. Pero ha llegado el momento de parar. 

Esta será la última entrada en la que comparta uno de mis relatos.

La decisión viene motivada por una serie de cuestiones que espero poder compartir un poco más adelante. En su lugar, os dejaré una serie de breves los lunes, y los viernes seguiré publicando mi long post con cuestiones relacionadas con el mundo de la escritura que espero os resulten de interés. 

¿Es esta una decisión irrevocable? 

Por supuesto que no, pero necesito hacerlo en estos momentos y espero que sepas comprenderme. No obstante, no hay ningún problema porque si estás suscrito lo vas a recibir en tu correo electrónico, ¿no lo has hecho? ¿A qué esperas? 

Mientras tanto te dejo con este relato. Un relato muy especial con tintes de prefacio a algo que aún no puedo contarte pero que en nada espero poder hacerlo. 

SILENCIOS DE LIBERTAD

corrupción

Reuniones que cambian la historia en la mesa de un bar.

El frío se coló en el interior de la taberna al abrirse la puerta de la entrada.

Aquel hombre, alto, con sombrero gris, abrigo de paño y bigote desaliñado, permaneció unos segundos mirando a la barra sin decir nada. Allí estaba, plantado como un árbol, mientras se quitaba los guantes y los guardaba en los bolsillos del abrigo.

El camarero, que limpiaba la barra con un trapo sucio y poco interés, le hizo un gesto con la cabeza señalando el fondo de la sala, dónde sentado en una mesa pequeña le esperaba otro hombre.

El resto de los parroquianos continuaron con lo suyo tras el interés indiscreto que siempre provoca la llegada de un nuevo cliente al local, sobre todo cuando deja pasar al interior el frío rompehuesos de aquel Madrid, de finales de invierno de 1969.

—¡Buenas noches! —dijo el hombre, soltando el sombrero sobre la mesa y sentándose justo enfrente de su cita.

—Buenas —contestó el otro levantando el vaso de vino con una mano— Pide algo —le animó.

 —No tengo tiempo —levantó la mano derecha declinando el ofrecimiento en dirección al camarero que ya se disponía a servir una consumición—. Voy a ir al grano, Rodrigo.

—Dime pues —encendió un cigarrillo, y le tiró el paquete al otro para que hiciera lo mismo.

—Franco está mas para allá que para acá y se está montando un pitote de cojones por encontrar el hueco. ¿No sé si me explico? —cogió un cigarrillo del paquete.

—Perfectamente.

—El jefe no se fía un pelo de Carrero, ni del resto de “curitas” que le rodean. Están todo el puto día lamiendo el culo de la momia y mientras, España, se llena de rojos, putas y maricones con el pelo largo.

—No me lo digas. Hasta los catalanes han dejado de hablar en cristiano después de lo de Luján, ¡no me jodas! Menuda cagada hicisteis con aquello.

—“Destino” se cerró, Rodrigo —contestó con gravedad en la voz el recién llegado.

—Si, ¿pero a costa de qué? De que sigan haciendo lo que se les pone en los cojones todo el santísimo día. Y el Generalísimo, se lo consiente. Menuda Ley de Prensa de mis narices que hizo Fraga.

—Cuidado Rodrigo, que gracias a esa ley y a quien la hizo tienes un periódico y noticias qué contar en él. También vives como vives, gracias a esa ley y a quienes la garantizan. Pero de la misma manera, puedes dejar de hacerlo en cualquier momento.

Un breve silencio se hizo entre ambos, tras el que continuó hablando, con el gesto aún más serio del que tenía al entrar.

—A lo que veníamos. Fraga y Solís quieren que caiga Matesa y cargarle el muerto a la parte del Opus.

—¡No me jodas, Miguel! ¿Matesa? ¿Os vais a meter con Vilá que está vendiendo máquinas de coser de esas —se trabucó—, o lo que coño sea, a manta?

—No vende una mierda, Rodrigo —interrumpió Miguel, después de una calada—. Se la ha metido doblada al gobierno el pájaro, con lo de las exportaciones y los créditos. Aprovechándose de los contactos que hizo con el rollo ese de ser presidente del Español.

—Joder con los catalanes. ¿Lo sabe Franco? —preguntó bebiendo un trago largo.

—¡Hostia, Rodrigo! Ya sabes cómo va esto. Lo saben todos. Y el primero que pilla es el “abuelo”.

—¡Hijos de puta!

—Más de diez mil millones van de agujero. Sin contar los apaños con Hacienda.

—¡Hijos de puta! —repitió el periodista, en voz alta.

—¡Baja la voz, no seas imbécil! —regañó mostrando los dientes y continuó hablando, tras asegurarse de que nadie les miraba volviendo la cabeza—. Fraga quiere hacerlo igual que se lo planteó a Nestor Luján con la revista “Destino”. Con lo de la polémica aquella del catalán. Poco a poco y volcando mierda al ventilador. Que se encargue de esparcir y darle a cada uno la que le corresponde. Espero que tú no seas igual de gilipollas que fue él. Mira cómo acabó.

—Bien, pero lo quiero sólo para mí. No quiero compartir esto con el resto, Miguel.

—Eso no va a ser, Rodrigo. Tú lo tendrás primero, de eso puedes estar seguro. Pero también lo recibirán Arriba, Pueblo y El Alcázar. No podemos arriesgarnos con esto.

—Miguel yo necesito tener la exclusiva y la información antes que los demás sino, conmigo no contéis —lo dijo echándose hacia atrás, aflojando el nudo de la corbata.

—Lo tendrás unas horas antes, hiena desagradecida. Gestiónalo como te salga de las pelotas. Ahora, una cosa te digo, no muerdas la mano que te da de comer —Advirtió cerrando a medias un ojo y levantando un dedo que señalaba la cara del periodista.

—¿Alguna vez lo he hecho? —bajó el dedo acusador que le señalaba con la mano, lentamente, retando a los ojos a su acompañante.

—Por tu bien, Rodrigo. Las cosas están calientes. No estoy de broma.

—¿Por mi bien o…? —Lanzó la pregunta al aire.

—O te pego un tiro, te tiro al Manzanares y le prendo fuego al SP. Son ordenes de Fraga. ¡Toca pelotas, que eres un toca pelotas! —Habló espaciando mucho las palabras, exhalando el humo en la cara del periodista y apagando el cigarro lentamente encima de la mesa. Después tiró la colilla levantándose bruscamente de la silla de madera.

Cogió su sombrero y contempló cómo aquel pregonero de los intereses de sus camaradas de falange, se recostaba sobre la silla y se hundía en la oscuridad de la esquina de aquella tasca mugrosa de un barrio de Madrid, escondiendo la integridad entre los hombros y ladeando la cabeza, calculando sus escasas posibilidades de elección, sin decir absolutamente nada.

J.C. Sanchez
JC Sanchez
jcs@jcsanchez.eu
2 Comentarios
  • Olga Díaz
    Publicado a las 19:21h, 02 marzo Responder

    Casualidades de la vida. Como ayer nos diste la nueva web, entro hoy por primera vez y me suscribo justo antes de enterarme que voy a recibir en mi email las entradas a partir de ahora.
    No hay problema, salvo que se me acumularán en la bandeja de entrada porque tú, amigo mío, escribes y publicas más rápido de lo que yo consulto el correo electrónico.
    Muchas gracias por compartir tu arte y alegrarnos la existencia a quienes tenemos la suerte de conocerte.

    • JC Sanchez
      Publicado a las 17:34h, 07 marzo Responder

      Hola Olga, una alegria leer tu comentario.
      Sí es una de las cuestiones que tenía en mi debe para este año con todos vosotros porque vengo peleándome con MailChimp desde hace tiempo. Parece que de momento no podrá ser, pero aún así me las he ingeniado para hacerlo de otro modo y que podáis tener el resumen mensual con todas las entradas agrupadas. Una ventaja más por suscribirse. 😉
      Me alegra mucho de tu llegada por mi casa y de que te guste mi trabajo.

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